sábado, 22 de septiembre de 2012

CARLOS OLIVERA, TEMPLANDO EL TRUENO EN LA DIMENSIÓN DEL VACÍO

 
 
(Dedicado al artista Fernando “Tolo” Olivera y al profesor Gabriel Vignes)

Escribe: Julio Antonio Gutiérrez Samanez.

“El Artista tiene sus maneras de llegar a los tuétanos de la existencia”…

“El artista, juega, se divierte: no trabaja” (Carlos Olivera)

No hace mucho, en su programa televisivo de Radio Programas del Perú, el periodista Chema Salcedo, entrevistó al artista cusqueño Carlos Olivera, con motivo de la presentación de una muestra y un libro de su obra. Conozco a Carlos y puedo decir que es un talento ejemplar; un hombre de genialidad artística y una capacidad asombrosa de trabajo. Posee, además, una gran devoción por su arte, que lo impulsa a desarrollar un sin número de personajes, formas y seres extraordinarios que toman el espacio y la vida a través de la imaginación ilimitada de nuestro artista, que ha mostrado el fruto de su talento en el Museo Pedro de Osma de Barranco y que ha sido plasmado en un extraordinario libro fotográfico de sus principales obras.

Olivera es un artista múltiple e innovador, no sólo en el campo estético sino en el aspecto técnico. Toda nueva expresión artística trae un nuevo lenguaje, una nueva propuesta de la mano con nuevas técnicas y materiales. Por ello, como un duende con poderes mágicos y capacidad creadora exorbitante, ha generado toda una escuela de discípulos que, no diremos que lo imitan (aunque hay algunos que sí lo hacen servil y vergonzosamente), sino que siguen, asombrados, los pasos de gigante de este maestro.

Olivera muestra su trabajo en Lima después de haber recorrido medio mundo y tener sus obras en selectas colecciones. Con paso firme y con una propuesta excepcional ha roto las barreras del centralismo limeño, casi siempre mezquino y excluyente con la gente del Perú profundo que es el verdadero Perú.

En la entrevista ha exhibido la serenidad de su pensamiento madurado por el tiempo y el trabajo, como un diamante pulcramente facetado y brillante.

Una bola de plastilina que le alcanzó cuando niño, su padre, el artista Fernando “Tolo” Olivera, desencadenó una avalancha creativa, un escrutar del espacio, la materia y el vacío, con la magia creativa y una temática, como pretexto para insuflarles vida y dramatismo a las cosas inertes. Dice Carlos, que la intención de su padre fue que siga jugando con la plastilina, pero él terminó haciendo escultura toda su vida.

Carlos, ensaya su propia filosofía cuando explica: “Lo que me importa es tratar el espacio a partir del propio espacio y no necesariamente la materia, ahora lo que está pasando como proceso natural en mi trabajo, es que utilizo materiales como pretexto para poder albergar el espacio y para poder trabajar los espacios interiores de la materia” .

Eso se ve en sus serie de esculturas denominada “Metafísica”: “Entre el Éter y el Plomo” o en la obra: “Entre lo sagrado y lo profano” que es parte de la colección expuesta: “La dimensión del Vacío”. Su arte es intenso, hecho de dramatismo, color y asombrosas escenas surrealistas.

Él dice que “el artista no trabaja, sino, en realidad se divierte”, pero no tiene tiempo para respirar. La avalancha creativa puede llevarlo al delirio creativo, cuando confiesa que: “cada obra es un acertijo y una trampa a la vez. El proceso del trabajo parece liberarme, pero cuando termino una, me veo atrapado por la ansiedad de la siguiente”.

Los últimos dos años han sido de una labor muy fuerte, pues el artista ha trabajado obras de gran formato. Yo he visto a Carlos trabajando con esa ansiedad en mi taller de cerámica, donde modeló muchas piezas invalorables.

En Lima ha expuesto muchas veces, una de ellas en la Galería Pancho Fierro; tiene, además, una obra expuesta en un espacio público, -en la Avenida Javier Prado y el cruce con Sánchez Carrión-, es una roca de nueve toneladas de andesita del Cusco, traída como un monolito o “Waka”desde una cantera andina hasta la costa del Perú. Representa al Apu Pachaqtusan, dios ancestral de los quechuas.

En manos de Chema, el libro fue expuesto: dice el periodista que es un tratado monumental de la obra de Olivera, es un recorrido de toda su biografía artística, con fotografías realizadas por su amigo Miguel Aráoz. Allí el escultor rinde tributo a sus padres y familiares.

Sobre el poder curativo del arte debo decir que en manos de Carlos, que es un mago y alquimista de la materia, pues, hurgándola desentraña su quinta esencia encuentra la piedra filosofal y sintetiza el elíxir de la eterna juventud, al tiempo que domeñando la tenacidad de los metales los suelda con la refractariedad y dureza de las piedras, y engasta gemas con resinas y arcillas recocidas a alto fuego. Con todo ello atrapa al espacio-tiempo para superar la dictadura de lo gravitacional con el éter incomprensible del espíritu creador triunfante sobre la materia. Así encontró, sin quererlo, los límites de una física relativista y una química cuántica, responsables de las iridiscencias metalizadas, texturas, calidades y calideces de los materiales telúricos.

Como las plantas mágicas, las gemas también tienen propiedades curativas, las jiwayas, las illas, con sus estructuras cristalinas y propiedades magnéticas refractan los rayos entre los intersticios del alma y el cuerpo, induciendo radiaciones benéficas, para sanarnos, por ello las usan, desde tiempo inmemorial, los maych’as y curanderos de Huasao o de Q’ero.

El arte poliédrico, polifuncional de Olivera, con aristas y extremos en movimiento cinético y cinemático, le induce a proclamar -con Freud o sin él-,el “Triunfo de la Esquizofrenia”, pues el genio es un desequilibrio maravilloso entre la locura y la cordura, tras el trance de un supremo esfuerzo de evasión y búsqueda descontrolada de respuestas, en una aventura sicotrópica. Es el trueno que salta de tanto templar el arco de la vida hasta casi romperlo y es más transpiración que inspiración, como pensaba Einstein. Es, exactamente, cómo se produce el laser, de tanto agitar la luz confinada entre los espejos infinitesimales de un cristal de rubí. Así salta la genialidad irreconocible por sí misma, indómita, irreducible… incorregible para toda estupefacta psiquiatría.

Algo que satisface es saber que este artista se rebela contra la petrificación de los “ismos”, no marca etapas definitivas en su arte, no se encasilla, quiere que su trabajo sea ecléctico, sin un estilo fosilizado, quiere ser libre. Vive un proceso natural en su arte, se siente en la plenitud del árbol, cargado de frutos en el verano apacible y cálido de la existencia.

Carlos trabaja ya instalado en su casa taller de Saylla, un lugar que es, como él dice, un “cerca-lejos” donde, como Gerónimo Bosch en su “Jardín de las Delicias”, creará su soñado jardín de esculturas.

A esas alturas de la entrevista, Chema Salcedo entra en éxtasis al observar la escultura “El embrión Espiritual” que es una bola de madera, mármol negro y acero, y exclama: “qué cosa extraordinaria y tiene un extraordinario sentido del humor, mira esa cara…”

Un terrible “Minotauro”, con delicadas “piernas de señorita”, hechas con el acero de unos clavos de ferrocarril, asusta al entrevistador. El artista ríe y dice, refiriéndose a su escultura, que es “buena gente”, que “él sabe quién es”.

También se muestra una sorprendente pieza en cerámica de gres de alta temperatura y algo que deja perplejo al periodista: un “Tótem”, trabajado en un tronco de aliso de cuatrocientos años tomado de algún techo de casona cusqueña derruida:

- “Este trabajo es espectacular, señores; vean el color, las aplicaciones de metales, piedras, balas como dientes… es fantástico”, exclama Salcedo y pregunta a boca de jarro al artista:

- “¿Qué tal vendes?” Seguramente sabiendo que en nuestro país el artista está casi condenado a morirse de hambre. Olivera le responde afirmativamente, diciendo que vende lo suficiente como para tener una familia bien cuidadita, estar construyendo su casa–taller en Saylla y para tener el esbozo de una sonrisa en el rostro... luego ríe socarronamente. Y es que Carlitos Olivera es uno de los pocos artistas cusqueños que realmente vive de su arte, aún en los peores momentos no ha renunciado a su terco empeño: no es profesor, ni empleado público, ni comerciante, ni artesano. Su vida está íntegramente consagrada a su arte, lo que es cosa de admirar.

Disculpen que, precisamente ahora, recuerde una ocurrencia suya que nos hizo reír y que seguirá haciéndonos reír, cuando le dijo a alguien que le hacía una crítica impertinente en una exposición: “No sé, wayky, creo que está lento tu talento; pero, entre tu arte y mi arte, yo prefiero me-arte”

Sigamos con la entrevista:

-¿Qué te da el Cusco que se refleje en tu obra? -Pregunta Chema- y Olivera le responde: “Me da la posibilidad de recuperar un horizonte tanto de éter como de solidez que me aporta todo el tiempo para la creación. Estoy hablando obviamente del Cusco rural, del Cusco telúrico. Poco tengo que ver con las autoridades, con el chauvinismo, la prostitución de la iconografía y otros aspectos de los que no vale la pena hablar…”

“Ahora mi trabajo me llama a la serenidad, como debe ser, porque sólo a partir de la serenidad se puede conjugar el mundo y amarlo”.

- El resto son embrujos ajenos y deposiciones hormonales adolescentes… Repone, Chema Salcedo.

- Sí, Sí, el mundo es tan maravilloso… que…

El periodista le interrumpe al encontrar, hojeando el libro, la escultura del “Mercurio”; un ser que está volando asido sólo de un timón y una rueda de motocicleta, conquistando el espacio, el vacío la velocidad, el vértigo….

Carlos prosigue su reflexión: “…También me importa ser ecléctico en mi arte, no deseo establecer un estilo en mis obras… me importa ser libre.”

- “Sin embargo, - puntualiza Salcedo, como concluyendo- sigues siendo el chico que jugaba con la bola de plastilina…”.

El tiempo corre tiránicamente y se va acabando la entrevista. Carlos agradece por la fluidez y amabilidad con que fue honrado.

Chema, -maestro de las relaciones públicas-, le dice que depende del personaje para “llevársela fácil”, “como ese pata que tienes, con la motocicleta…Sí, ese Mercurio …¡¡¡shiiii…uuiu!!!, me voy, y al final, todavía, el que va a cobrar soy yo… ja... ja…ja…” .

Y así, intempestivamente, Chema Salcedo, sale de la pantalla hacia el espacio y el éter…¡¡¡shiiii ..iiuuu…!!!, volando, quien sabe dónde. Y nosotros quedamos con un prurito de ansiedad del grafómano empedernido y empezamos a arrancarnos el pellejo, como en esa escultura de Carlos, para hacer brotar en la escritura lo que por fin, escrito está.

(Cusco 9 de setiembre del 2012. jgutierrezsamanezyahoo.com; www.kutiry.org)
Nota.- Les invito a ver los siguientes links:
http://www.larepublica.pe/05-08-2012/artista-cusqueno-carlos-olivera-lo-que-trato-es-de-hallar-piel-en-el-metal